En 2013 la Unesco aprobaba la inscripción de la Dieta Mediterránea en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La idea de este proyecto surgió en España, fruto de un trabajo conjunto entre el entonces Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, y la Fundación Dieta Mediterránea, impulsando los trabajos para la elaboración del documento de candidatura de carácter transnacional, en el que también participaron Grecia, Italia y Marruecos.
El fisiólogo norteamericano Ancel Keys fue el que, a mediados del pasado siglo, acuñó el término Dieta Mediterránea, cuando constató que los habitantes de esa zona del mundo, en la que predominaban el olivo y los aceites de oliva, tenían mejor salud cardiovascular que otras poblaciones de occidente.
La Dieta Mediterránea va más allá de los alimentos, hasta llegar a la consideración de tradición, cultura y hasta filosofía de vida.
La UNESCO define la dieta mediterránea como un conjunto de conocimientos, competencias prácticas, rituales, tradiciones y símbolos relacionados con los cultivos y cosechas agrícolas, la pesca y la cría de animales, y también con la forma de conservar, transformar, cocinar, compartir y consumir los alimentos.
Pero también destaca que la Dieta Mediterránea pone de relieve los valores de hospitalidad, buena vecindad, diálogo intercultural y creatividad, así como un modo de vida que se guía por el respeto de la diversidad.
Además, desempeña un papel esencial de factor de cohesión social en los espacios culturales, festejos y celebraciones, al agrupar a gentes de todas las edades, condiciones y clases sociales.
Asimismo, abarca ámbitos como la artesanía y la fabricación de recipientes para el transporte, conservación y consumo de alimentos, como platos de cerámica y vasos.
Sobre esta dimensión social y cultural de la dieta mediterránea hemos conversado con una buena divulgadora y conocedora de la materia, la psicóloga Vanessa Abrines, directora del centro de psicología Tú Eliges Tu Vida, y responsable del área de psicología del programa prevén-t universidades y prevén-t empresas (prevención de riesgo cardiovascular).
Superfuüd: Vanessa, se dice que “compartir es vivir”, ¿es tan importante comer como relacionarse con los demás?
Vanessa Abrines: Me encanta esa pregunta; seguro que si le preguntamos a alguien cuáles son los mejores alimentos para el corazón físico, la mayoría diríamos “la fruta, la verdura, el aceite de oliva, los frutos secos…”; y si luego les preguntásemos sobre los mejores momentos para el corazón afectivo o emocional, la mayoría responderíamos “aquella conversación, el abrazo con… o cuando pude contarle lo que realmente sentí o esas risas cómplices…” El ser humano es un ser social, que necesita comer bien para estar saludable, y a la vez relacionarse con aquello que le da sentido a nuestra vida: la relación con los que más queremos y la suma de la construcción de experiencias que luego se convierten en recuerdos que alimentan uno a uno y todos juntos nuestro corazón afectivo. Sin comida no hay vida, pero sin compartir no hay sentido de la vida.
S: Podría afirmarse que comer en buena compañía alimenta el cuerpo y el alma…
VA: Sin duda; comer es un momento que todos tenemos sin excepción; como dormir. Es, muchas veces, el momento del día donde paramos, donde hacemos algo para nuestro cuerpo, pero también donde compartimos nuestras experiencias de ese día y donde, además de disfrutar de una buena comida, podemos conectarnos (no con el móvil, sino con la mirada) con quien comemos y no con todo el resto de obligaciones que llaman a nuestra puerta cada instante el resto del día. No digo que podamos hacer esto en cada comida, pero que las que suman están compuestas por estos dos elementos. Son las mejores ocasiones.
S: El estilo de vida frenético actual, con sus prisas y sus calendarios, ha impuesto prácticas como el “fast food”, ¿qué ganaríamos si mirásemos a la tradición, al tempo pausado?
VA: Parece paradójico, pero ganaríamos tiempo. ¿Cómo vamos a ganar tiempo si vamos más despacio? Porque el tiempo no son sólo los minutos o los segundos. Es el paso de las experiencias, de los colores, de los sonidos, de los sabores, de un día a día que se graba en nuestra memoria a través de una sensación agradable o desagradable. Una huella de lo vivido. Cuando vamos deprisa, nada parece pertenecernos en realidad; es como si los días pasaran pero sin contar. Tenemos la sensación de no ser dueños de nada mientras la vida pasa…
Evidentemente, hay que ser realistas. La mayoría de nosotros vivimos en grandes ciudades con retos de tiempo importantes, y tenemos que tener ciertos estilos fast food para poder adaptarnos, pero no podemos normalizar eso como una cultura gastronómica ni psicológica de éxito.
S: ¿Cómo debemos comunicar las bondades de la Dieta Mediterránea, entre la tensión constante de una publicidad que nos bombardea con alimentos ultra procesados y cadenas de comida rápida?
VA: La mejor comunicación es el ejemplo de lo que comemos nosotros. La mejor comunicación son las preguntas para la reflexión de si lo que hacemos nos alimenta de verdad. La mejor comunicación es la que nos acerca a los hábitos que provienen de la naturaleza, porque todo lo que viene de la tierra es mucho más cercano al organismo que lo que viene de la fábrica, y por muy bonito que sea un alimento procesado no comparte la esencia de los sencillo y natural, ni los componentes más importantes. La mejor comunicación es experimentar, no convencer.
S: De la Dieta Mediterránea como estilo de vida, ¿qué dirías que es lo más importante, o lo que más necesitaríamos recuperar?
VA: Creo que una parte importante a recuperar o reforzar son los valores que acompañan a la tradición mediterránea. Juntarnos alrededor de una mesa para compartir, para cuidarnos y mimarnos unos a otros, para hacernos protagonistas de ese momento, para dejar la tecnología y la competitividad en la puerta mientras la generosidad y la sinergia acompañan nuestra velada.
S: Vanesa, ¿cómo sería un día perfecto de Dieta Mediterránea? Tanto en comidas como en actividades y usos del tiempo.
VA: Pues quizá una actividad deportiva compartida como un partido de pádel o salir juntos a correr o caminar, seguido de una caña antes de comer para compartir anécdotas y luego una comida en un lugar espacioso, con colores cálidos y buena amplitud, alimentos saludables y bien elaborados. Para terminar con una sobremesa sin prisa donde cada uno tenga la oportunidad de hablar de lo que le apetezca compartir.
Creo que todo lo relacionado con lo mediterráneo tiene que ser sencillo, pausado, sin grandes expectativas de impresionar.
Es la propia calidad de ese tiempo y de esa compañía en ese entorno quien se hace protagonista.
S: ¿Qué “costumbres” de la Dieta Mediterránea tendríamos que incorporar todos los días para llevar un estilo de vida saludable?
VA: Para mi la dieta mediterránea es amor. Comer ingredientes naturales alimenta y cuida el cuerpo. Hacerlo en una mesa bonita, con palabras agradables, gestos cercanos, música clásica y tiempo reservado para ello, alimenta el corazón afectivo.
S: Nuestra carta de Superfuüd está basada en super alimentos, ¿qué productos de la Dieta Mediterránea se podrían considerar como tales?
VA: Los superalimentos para el cuerpo provienen de lo más natural; los super alimentos para nuestra vida afectiva son, sin duda el deporte, la empatía, el sentido del humor, los espacios personales para la reflexión, las experiencias compartidas; priorizar lo que da sentido a nuestra vida y ser dueños de nuestras experiencias.
S: Nos gustaría saber tu opinión sobre un problema creciente como es la obesidad, cada vez a edad más temprana, ¿cómo se puede ir en contra de esta perjudicial tendencia, desde las instituciones y como ciudadanos? ¿Y qué importancia tiene este factor en la salud mental y el bienestar emocional de las personas?
VA: Me alegro de la pregunta. La obesidad es un tema muy importante a nivel físico por las consecuencias que de la misma se derivan, pero es igual de importante a nivel emocional. Existen mitos absurdos y dañinos que hemos de erradicar. La obesidad NO es un problema de falta de voluntad. La obesidad NO es un problema de debilidad, ni de fracaso personal. La obesidad, quitando la que se deriva de enfermedades concretas, es un hábito generado por ciertos aprendizajes donde lo emocional, la historia de afectiva, la cultura familiar y social y su relación con la alimentación son variables interconectadas que hay que re-aprender. Por ello, es importante cuidar a las personas que tienen obesidad, no poniéndoles más dietas o estigmas, sino preguntándoles cómo se sienten, cómo es su relación con los demás, cuáles son las emociones que les cuesta más gestionar… Para separar la alimentación de la persona o las emociones de la comida.
S: Nuestros restaurantes Superfuüd tienen una decoración que intenta crear un ambiente de serenidad, de pausa, de armonía, tanto en colores, como iluminación y elementos ornamentales y menaje. ¿Crees que comer en un entorno bello y tranquilo incide también en la buena salud?
VA: Esto es como decir que si una ropa bonita te hace sentir más a gusto. No te cambia el cuerpo ni si tienes un mal día, pero sí te reconforta en cierta medida. La armonía, la luz cálida, un bonito menaje colabora en esa comida a que mi sistema nervioso se pueda sentir más en calma ya que el ambiente se contagia e invita a estar en el aquí y el ahora.
S: Para terminar, Vanessa, dinos cuál sería tu receta saludable de vida.
VA: Establecer prioridades sin poner excusas, el sentido del humor en el día a día, tener siempre un plan B, hablar despacio y con un tono de voz moderado, saber decepcionar a otros, ser uno más la mayoría de las veces, aprender a ser refugio de los demás y amor como ingrediente principal.
MERCACEI.COM, ICH.UNESCO.ORG